sábado, 26 de octubre de 2013

Frases de Bajo la misma estrella

 Bajo la misma estrella

-Todo el mundo debería tener un amor verdadero, y debería durar como mínimo toda la vida. 
-Al final decidí que la mejor estrategia era mirarlo yo a él. Al fin y al cabo, los chicos no tienen el monopolio de las miradas. 

-Sin dolor, ¿cómo conoceríamos el placer?
-Estoy en una montaña rusa que no hace más que subir, 

-El hogar está donde está el corazón

-Es difícil encontrar buenos amigos, e imposible olvidarlos

-El amor verdadero nace de los tiempos difíciles

—Estoy enamorado de ti, y no me apetece privarme del sencillo placer de decir la verdad. Estoy enamorado de ti y sé que el amor es solo un grito en el vacío, que es inevitable el olvido, que estamos todos condenados y que llegará el día en que todos nuestros esfuerzos volverán al polvo. Y sé que el sol engullirá la única tierra que vamos a tener, y estoy enamorado de ti.

-Algunas veces lees un libro, sientes un extraño afán evangelizador y estás convencido de que este desastrado mundo no se recuperará hasta que todos los seres humanos lo lean. 

-Todos aquellos pensamientos eran momentos perdidos en una vida que, por definición, está formada por una cantidad finita de momentos. 

-Se contaron peleas, batallas ganadas en guerras que sin duda se perderían. Se aferraban a la esperanza. 
—Llegará un día en que todos nosotros estaremos muertos —dije—. Todos nosotros. Llegará un día en que no quedará un ser humano que recuerde que alguna vez existió alguien o que alguna vez nuestra especie hizo algo. No quedará nadie que recuerde a Aristóteles o a Cleopatra, por no hablar de vosotros. Todo lo que hemos hecho, construido, escrito, pensado y descubierto será olvidado, y todo esto —continué, señalando a mi alrededor— habrá existido para nada. Quizá ese día llegue pronto o quizá tarde millones de años, pero, aunque sobrevivamos al desmoronamiento del sol, no sobreviviremos para siempre. 

—Tienes que verla. V de vendetta, digo. 
—Vale —le contesté—. La buscaré.
—No. Conmigo. En mi casa —me dijo—. Ahora.

la alegría que nos das es mucho mayor que la tristeza que sentimos por tu enfermedad. 

—Los cigarrillos no te matan si no los enciendes —me dijo mientras mi madre se acercaba al bordillo—. Y nunca he encendido ninguno. Mira, es una metáfora: te colocas el arma asesina entre los dientes, pero no le concedes el poder de matarte. 
-El amor es mantener las promesas pase lo que pase. 

-La gente se acostumbra a la belleza. 
—Pues yo todavía no me he acostumbrado a ti 

-Me dio la risa tonta y repetí «Bien». La línea se quedó en silencio, pero no se cortó. Casi sentía que estaba en la habitación conmigo, pero mejor, porque ni yo estaba en mi habitación ni él en la suya, sino que estábamos juntos en algún lugar invisible e indeterminado al que solo podía llegarse por teléfono.
—Bien —dijo después de una eternidad—. Quizá «bien» será nuestro «siempre».
—Bien —añadí.

—Soy una granada —repetí—. Lo único que quiero es mantenerme alejada de la gente, leer libros, pensar y estar con vosotros, porque a vosotros no puedo evitar haceros daño. 

—No quiero hacerte algo así nunca —le dije.
 
—Bueno, no me importaría, Hazel Grace. Sería un privilegio que me rompieras el corazón.

—¿Por qué el cielo es azul? —le pregunté.
—Porque sí —me contestó. 

-Parecía una eternidad, como si hubiéramos estado juntos una breve pero infinita eternidad. Hay infinitos más grandes que otros infinitos. 

-Hay infinitos más grandes que otros infinitos 

-No voy a contaros nuestra historia de amor porque, como todas las historias de amor reales, morirá con nosotros, como debe ser. 

-Nos besamos. Solté el carrito del oxígeno y le pasé la mano por la nuca, y él me alzó por la cintura hasta dejarme de puntillas. Cuando sus labios entreabiertos rozaron los míos, empecé a sentir que me faltaba la respiración, pero de una manera nueva y fascinante. El mundo que nos rodeaba se esfumó, y por un extraño momento me gustó realmente mi cuerpo. 
-El dolor es como una tela: cuanto más fuerte es, más valor tiene

-No puedo hablar de nuestra historia de amor, así que hablaré de matemáticas. No soy matemática, pero de algo estoy segura: entre el 0 y el 1 hay infinitos números. Están el 0,1, el 0,12, el 0,112 y toda una infinita colección de otros números. Por supuesto, entre el 0 y el 2 también hay una serie de números infinita, pero mayor, y entre el 0 y un millón. Hay infinitos más grandes que otros. Nos lo enseñó un escritor que nos gustaba. En estos días, a menudo siento que me fastidia que mi serie infinita sea tan breve. Quiero más números de los que seguramente obtendré, y quiero más números para Augustus de los que obtuvo. Pero, Gus, amor mío, no puedo expresar lo mucho que te agradezco nuestro pequeño infinito. No lo cambiaría por el mundo entero. Me has dado una eternidad en esos días contados, y te doy las gracias. 

-Había dedicado buena parte de mi vida a intentar no llorar delante de las personas que me querían, así que sabía lo que estaba haciendo Augustus. Aprietas los dientes. Miras al techo. Te dices a ti misma que si te ven llorando, sufrirán, y solo serás tristeza para ellos, y no debes convertirte en mera tristeza,así que no llorarás, y te dices todo esto a ti misma mirando al techo, y luego tragas saliva, aunque la garganta no la deja pasar, y miras a la persona que te quiere y sonríes. 
-¿Qué más? Es preciosa. No te cansas de mirarla. No tienes que preocuparte de si es más inteligente que tú, porque sabes que lo es. Es divertida sin pretenderlo siquiera. La quiero. Tengo la inmensa suerte de quererla, Van Houten. No puedes elegir si van a hacerte daño en este mundo, pero sí eliges quién te lo hace. Me gustan mis elecciones. Y espero que a ella le gusten las suyas. 
Me gustan, Augustus.
Me gustan.

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